De despedirme vengo, del Océano Pacífico, aclaro, por un tiempo.
Mis pasos ahora van hacia el interior y los idem.
Dejo, pues, a mi espalda este oceanote grandote, de playas salpicadas de banderas rojas y alguna caleta, bien pocas, donde dan tregua al bañista. Este oceanote de aguas indomables, de resaca y tente tieso. Este oceanote de arenas poderosas y grisáceas. Este oceanote de Humbolts y otros que le van añadiendo sus apellidos como los mejillones se adhieren a las rocas. Sobrio cual románico, las olas van llegando con su grueso contrafuerte, que parece que hayan de soportar la América toda, como si se venciera hacia este lado.
A este mar de mares dejo, por ahora, a mi espalda, que los interiores ( los de la Pachamama y los que uno lleva dentro por descubrir aún) me reclaman.
Creo que por un tiempo, quizás meses.
Este oceanote te ha despertado la vena poética, ¿eh?
ResponderEliminarA ver qué otras venas te despierta el interior.
Besos para la travesía.
Qué envidia de océano, aprovéchate de esos iones negativos cuando rompen las olas o queda la resaca. Son salud para el cuerpo, mente y espíritu. Ahora que ya dejas el mar, siempre habrá ríos, saltos,...que te ionizarán. Besos desde mi casita, no he ido a trabajar porque me ha entrado...ciática! te lo puedes creer? qué mala es la edad!!!
ResponderEliminarVuelvo a volver y compruebo que aún vienes de irte.
ResponderEliminarQue las aguas y el secano te sean favorables.